
El alcoholismo como grito interno
El alcoholismo no es solo una adicción. Es, muchas veces, un intento inconsciente de huida, una anestesia emocional, una forma de acallar dolores profundos que no han sido sanados. Se encuentra altamente relacionado con la necesidad de evasión, la culpa heredada o vivida, y la búsqueda de reconocimiento o afecto que no fue satisfecha en etapas tempranas de la vida.
En el árbol genealógico suelen repetirse patrones: padres, abuelos o bisabuelos que también escapaban de sus emociones a través de sustancias, silencio o trabajo excesivo.
El alcohol actúa como un "padre simbólico", alguien que “acompaña” cuando el verdadero sostén emocional estuvo ausente, fue agresivo o poco confiable.
Desde la reprogramación mental, el enfoque está en resignificar el vínculo con un@ mism@.
*¿Qué debe sanar una persona alcohólica?
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El dolor de sentirse no vist@ o no escuchad@ en su infancia.
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La culpa por no “haber sido suficiente” para su familia.
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El abandono emocional que se camufló en exigencias, frialdad o ausencia.
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La lealtad inconsciente a algún ancestro que sufrió o no fue libre.
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El temor a enfrentar su verdadera luz y poder.
Si estás atravesando una batalla silenciosa con el alcohol, no es señal debilidad… es una invitación a sanar profundamente. La terapia emocional, la biodecodificación y la reprogramación, no son soluciones mágicas, pero sí caminos reales para volver al amor propio. Es posible soltar la dependencia. Es posible reescribir la historia. Empieza esta misma semana realizando este ejercicio sintonizando con la niña interior:
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Busca una foto tuya de la infancia o visualízate a los 6 o 7 años.
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Escríbele una carta, en tu Bitácora, a esa niñ@. Pregúntale: ¿Qué te dolía tanto que tuviste que callar? ¿Qué hubieras querido que mamá o papá hicieran diferente? ¿Qué te prometiste para sobrevivir?
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Lee la carta en voz alta, con compasión, y al final di “Hoy te veo, te reconozco y te abrazo. No estás sol@. Vamos a sanar.”
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¿Cómo te sentiste con este ejercicio, con la autocompasión y con la frase sanadora final?
Desde una perspectiva sistémica, el alcoholismo se considera un problema de la familia como un todo, donde la adicción de un individuo es un síntoma de disfunción o desequilibrio en el sistema, o bien la causa de ese desequilibrio. La adicción puede surgir para intentar resolver problemas subyacentes, cumpliendo una función "adaptativa" inicial que refuerza la dependencia a largo plazo. Las constelaciones familiares exploran estos patrones ocultos y dinámicas familiares que perpetúan la adicción.
Es decir, el alcoholismo no se ve como una falla personal sino como un problema que afecta al sistema familiar en su totalidad. De manera que la adicción puede ser tanto el resultado de un desequilibrio familiar preexistente como el factor que causa ese desequilibrio.
Los miembros de la familia pueden desempeñar roles en el mantenimiento de la adicción, y el alcohólico puede, sin querer, cumplir una función que mantiene el sistema en un estado de "homeostasis" (equilibrio disfuncional) que impide el cambio. El consumo de alcohol reforzará la dependencia generando una familia disfuncional.
Las constelaciones familiares son un método terapéutico que busca desentrañar las dinámicas ocultas dentro del sistema familiar y cómo afectan a la persona consultante.
Podríamos distinguir diferentes tipos de alcoholismo:
1-Alcoholismo precoz/alcoholismo de fin de semana:
Surge tanto en la adolescencia como en la edad adulta caracterizado por un consumo masivo y discontinuo. Absolutamente normalizado en una sociedad enferma surge a modo de evasión por las presiones laborales, las pretensiones familiares e individuales y demás exigencias que acepta la persona. Muy probablemente en este tipo se encuentren subyacente ciertas patologías graves desde la depresión, los trastornos de personalidad y los trastornos de impulsividad.
2-Alcoholismo conyugal:
Desarrollado en la edad adulta, la persona recurre a esta sustancia tóxica como medio para afrontar sus diversos problemas laborales, conyugales y psicológicos.
Como un pez que se muerde la cola, cae en un círculo vicioso al no solucionarse sus problemas conduciéndose a una mayor ingesta que le trae mayores problemas en diferentes contextos desde un deterioro gigantesco de la salud, mayores inconvenientes con la pareja, problemas económicos y comportamentales hasta trastornos de sueño, pérdida de conciencia, trastornos de sueño, accidentes de tráfico…
3-Alcoholismo desinsertado:
Presente en diferentes etapas de la vida recurriendo al alcohol como vía de escape sin emplear herramientas y recursos para afrontarlos. En este caso, la persona confunde el alcohol como tabla de salvación ante un divorcio, un duelo, la pérdida del trabajo, la soledad, la no pertenencia…
Lo primero es conocer qué entiende la persona y la familia por alcoholismo y si, realmente, consideran el alcohol como algo útil. En este caso se requerirá realizar un cambio de perspectiva profundo; puesto que, por mucho que el alcohol esté normalizado no se puede considerar buena una sustancia que intoxica el cuerpo y la mente. Recordamos la frase de Krishnamurti: “No es sano adaptarse a una sociedad enferma”.
A través de una intervención sobre los patrones disfuncionales de interacción y comunicación se construyen nuevos modelos de relación más sanos sin que el alcohol esté presente de ninguna manera.
A partir de reconocer todo lo que supone el alcohol en la vida de la persona y de su familia se espera inspirar a que no se tolere más esta nefasta sustancia tóxica liberándose de dicha cadena teniendo herramientas para ello, regulador de los disparadores y técnicas para abordar los desafíos de la vida.
Se considera que se comienza a soltar la dependencia cuando existe la abstinencia absoluta de un año.
En el profundo tapiz del linaje familiar, el alcohol no es solo un desafío individual, sino una voz ancestral que habla desde lo sutil, un eco de generaciones no resueltas. Esa copa alzada puede contener más que una sustancia: guarda memorias de dolor, lealtades invisibles, pactos silenciados. Al mirar con humildad ese dolor, descubrimos que no estamos sol@s; formamos parte de un sistema más vasto, un clan del alma que entreteje vidas con hilos de luz y sombra.
Cuando dibujamos nuestro genograma, no solo trazamos nombres y fechas, sino los gestos secretos del alma familiar. El genograma nos invita a visualizar de forma rápida y eficaz si el alcohol es un patrón familiar. Desde el enfoque sistemático se incluye un abordaje multidisciplinar que integra las dimensiones biológicas, familiares, relacional, sociocultural y psicológica. En él aparecen personas que puede que ya no se encuentren físicamente; pero su energía sí vive en nosotr@s. Surgen patrones: quién bebió, quién calló, quién protegió con silencio. Estas huellas transgeneracionales revelan las “lealtades invisibles” que a veces nos conducen a repetir sufrimientos; pues no heredamos solo genes sino también mandatos del corazón.
A través de las Constelaciones familiares, reconocemos que estos vínculos no son casuales sino parte de un tejido que forma el alma familiar. De manera que las constelaciones, a través, además, del lenguaje fenomenológico, posibilita observar lo que, normalmente, permanece oculto: el desorden del amor, los permisos no dados, las voces no escuchadas…
Es entonces cuando el alcohol se comprende como un mensajero que llega a despertar la consciencia desde la compasión siendo una oportunidad para poner luz donde hubo sombra y traer restauración del equilibrio.
Algo profundamente místico se encuentra en este viaje: al reconocer su sufrimiento, abrazamos no solo su dolor, sino también su fuerza. Sanar el rol desde el árbol genealógico es un acto de reverencia, una danza de amor entre lo visible y lo invisible, entre el pasado y el presente.
Y aquí está la promesa más noble: al reconfigurar nuestras lealtades familiares —no como cadenas que nos atan, sino como compromisos de cuidado— abrimos la puerta a una transformación profunda. No estamos llamad@s a perpetuar el ciclo, sino a redirigirlo con conciencia. El sistema familiar se convierte entonces en un aliado curativo, un templo donde cada miembro tiene un lugar, donde cada historia puede ser sanada.
Por eso, si tú o alguien que amas lleva en sus manos el dolor del alcohol, no temas mirar más allá del vaso. Permítete trazar ese mapa del alma familiar, invitar a cada figura —viva o no— a que sea escuchada, reconocida y amada. En ese reconocimiento mutuo, en esa danza de reconciliación y pertenencia, reside una fuerza ancestral que puede sostener la recuperación.
Porque la más grande sanación no es solo detener la bebida y la intoxicación sino restaurar el orden del amor, devolver el lugar a cada alma, y con ello iluminar el sendero para todo tu linaje.
Desde esta mirada, la lealtad familiar se puede reconfigurar: no como la necesidad de perpetuar un ciclo dañino, sino como un compromiso de cuidarnos, de sostenernos y de construir nuevas maneras de estar. Reconocer que alguien ha bebido no es señalar con culpa eterna, sino visualizar dónde existe vulnerabilidad, qué dinámicas relacionales necesitan sanar y cómo podemos apoyarnos mutuamente para restaurar un equilibrio más sano.
Por eso, si tú o alguien que amas lucha con el alcohol, vale el esfuerzo mirar el genograma, preguntarse qué historias familiares han quedado sin cerrar, qué lealtades inconscientes estamos repitiendo y avanzar hacia las fuerzas del amor.
El enfoque sistémico también nos invita a actuar con humildad y respeto: no es “la familia contra el alcohólico”, sino la familia como sistema curativo. Se trabaja en los patrones de comunicación, en las reglas invisibles, en las lealtades no dichas. Se busca que cada miembro gane voz, que cada historia sea escuchada y que cada vínculo pueda transformarse para sostener la recuperación y la salud emocional dirigiéndose al buen vivir.
Bienvenid@s
